Desde la pieza inicial, lo que en ellos [los Poemas del viejo de Eugen Dorcescu] se aborda y se explora es la experiencia misma de la vejez, esa dramática realidad de un ser que, de hecho, no vive, sino que se sobrevive a sí mismo, una vejez que llega al final de «la aventura incomprensible de la existencia». De ahí el sostenido dramatismo de estos versos, su profundidad que es, al mismo tiempo, angustia y voluntad de conocimiento.Pero también hay aquí belleza, una «belleza desgarradora» del ser consciente de su finitud y de la solidaridad y la armonía del cosmos. La existencia aguarda su fin, y se entrega a él para que tenga lugar el flujo eterno del cosmos, para que el ser pueda ascender «los peldaños eternamente jóvenes de la eternidad». Del prólogo de Andrés Sánchez Robayna