Desde aquí van 51 sonetos, que alguna otra vez, he llamado falsos sonetos verdaderos. La mayoría son irregulares y buscan sonoridades y modos nuevos, pero todos se atienen a la estructura del soneto (dos cuartetos y dos tercetos, en algunas ocasiones con estrambote) y a su desarrollo interno que casi es como un aserto lógico. Hay tres sonetos clásicos, como muestra. Pero mi camino es evidente: Non nova, sed nove… Formas nuevas, ya que la poesía se nutre, febril, de viejas y queridas obsesiones. Desequilibrios soy yo siempre. ¿Porqué no decirlo? Entre sublimidades, muertes y precipicios soy yo –únicamente yo- el protagonista de todos estos sonetos desasosegados, lunares, nocturnos y como su ejecutor, siempre discípulos de Hermes: dios, hermano, mi tahúr predilecto…