Símbolo incuestionable de integridad moral y fuerza vital, Antígona es una de las figuras mitológicas más tratadas en la historia del pensamiento. A ella, escribía María Zambrano (1904-1991) en 1948, «no podemos dejar de oírla», pues «la tumba de Antígona es nuestra propia conciencia oscurecida». La pensadora nunca abandonó su interés por esta heroína, cuya trágica historia, narrada por Sófocles en la tragedia homónima, encierra numerosos asuntos que Zambrano trató con hondura a lo largo de su trayectoria intelectual: la estrecha línea fronteriza entre filosofía y literatura, el carácter social y político de la libertad, el uso y abuso del poder, el exilio o el protagonismo de lo femenino.